13 diciembre 2008

Marta Fernández, paz en la guerra

La tendencia a la hiperespectaculación y la mutación hacia el magazine de los informativos televisivos (especialmente, en nuestras cadenas privadas generalistas: excepción hecha del algo anticuado didactismo izquierdista de Cuatro -con Gabilondo en primer plano- y del Ente público, que mantiene unos mínimos institucionalistas) es una tendencia irrefrenable en la televisión del momento, especialmente en el terreno de la información de ocio y cultura, devenida poco menos que en un arbitrario contenedor publicitario.
En este panorama poco alentador es difícil destacar en el terreno del sensacionalismo y la superficialidad amarillista, pero la nueva mutación de los informativos de Tele 5 (tras pasadas encarnaciones, como la etapa agit-prop anti-pepera de Valentín), capitaneados desde su llegada (tras una etapa de similares características en Antena 3) por Pedro Piqueras sobrepasa todas las líneas rojas de la corrección mainstream, arriscándose sin cortapisa alguna en el más descarado y burdo lodazal del más descarado y gritón sensacionalismo, en un descarado festival de sangre, sudor y lágrimas, a mayor gloria del share (que, por cierto, respalda la opción con buenos números, lo que inculpa al espectador).



Tal como puede inferirse de la última campaña promocional de los mismos (sobre un fondo de catástrofes, explosiones y desgracias -como si se tratara de un film de acción y efectos especiales hollywoodiense, a los Joel Silver o Jerry Bruckheimer), sus presentadores-estrella nos informan de su voluntad de estar en el centro de la noticia (en antañona expresión), lo que en su caso, pareciera similar a introducirse en el epicentro de un tsunami o en el foco de un incendio terrible. Junto a los clásicos front men de la cadena (Hilario Pino o Ribagorda) y la veterana y deliciosa Carme Chaparro (que lleva toda su carrera catódica en la casa, pese al rol secundario al que parece estar relegada), que se mantienen en su puesto más allá de los evidentes volantazos de los rectores de la cadena), destaca la presencia balsámica de la fue última adquisición de la cadena, Marta Fernández, que inunda la pantalla con su magnetismo terso, con su sobria calidez, tras una larga etapa en las televisiones de PRISA (en Canal Plus primero; luego en Cuatro, donde saltó del hieratismo repetitivo de los informativos a la informalidad de reportera de magazine matinal, en Las mañanas de Concha Gª Campoy, sin demasiado éxito).

Convertida en una de las más subyugantes y magnéticas presencias del medio (aquel inconfundible peinado a los Cleopatra, aquel maquillaje...), no acaba de encajar su hipnótico atractivo, su impenetrabilidad misteriosa en el contexto de una cadena que ha convertido sus informativos en lo contrario, en un festival pirotécnico, en un grimoso carrusel de miserias humanas.

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